Algunos puentes colgantes ya experimentaron en ocasiones en el siglo XIX serios problemas debidos a la acción del viento. Sin embargo fue con el colapso del puente de Tacoma Narrows en el año 1940, a los pocos meses de su inauguración, cuando se puso abiertamente de manifiesto lo inadecuado de los métodos que se utilizaban para estudiar la respuesta estructural de esos puentes frente a acciones eólicas.
Como fruto de aquel fracaso se iniciaron serios esfuerzos para establecer los fundamentos de la aeroelasticidad en ingeniería de puentes.